Advertencia. Esto es una entrevista larga, muy larga. Cuando nació Cordópolis quisimos evitar en las entrevistas eso tan doloroso de tener que cortar preguntas y respuestas, y dejar en la papelera del ordenador algunos testimonios que nosotros, los periodistas, elegíamos de una forma objetiva pero que quizás pudieran interesar mucho más que aquello que decidíamos salvar. Por eso, algunas entrevistas son largas, muy largas. Y en una charla con Julio Anguita (Fuengirola, 1941) es imposible que no sea tan larga, máxime si la charla se desarrolla durante casi dos horas en el interior del Sótano, en la Corredera, y antes hemos dado con el ex alcalde de Córdoba entre 1979 y 1986 un paseo por el interior de lo que fue el Ayuntamiento, en la actual Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía.
La entrevista se desarrolla en grandes bloques. Desde la política económica actual, sus últimas palabras polémicas, el nacimiento de su Frente Cívico (del que dice que va a ser “complicado” que se consolide), la política, la Monarquía o Córdoba. Anguita no elude ningún tema y hasta parece disfrutar en sus respuestas, donde se recrea y las enfatiza como si aún siguiera en la tribunal del Congreso de los Diputados. Hace pausas, cambia el tono de voz y gesticula. Gesticula mucho para dar fuerza a todo lo que dice. Y cita constantemente a muchos autores como el profesor que siempre fue y que sigue impartiendo sus lecciones.
FOTO: MADERO CUBERO
PREGUNTA. Cada vez que usted dice algo, se incendian las redes sociales. ¿Vaya impacto que tienen sus palabras, no?
RESPUESTA. Reconozco que mis palabras tienen impacto. Me gusta ser sincero. El problema es porqué. Claro, porque lo que venimos diciendo, fundamentalmente yo por ser el portavoz más cualificado de la Izquierda Unida de entonces o del Partido Comunista de entonces [se refiere a cuando se opuso a la firma de España del Tratado de Maastricht], pues se ha venido cumpliendo. Pero bastante sufrimiento pasamos cuando se nos insultó, cuando nos metieron las crisis dentro de Izquierda Unida… Y todo lo que se llama el discurso de Europa o el discurso de la crisis o de la moneda única se ha ido cumpliendo. Alguien ha subido a la red, no recuerdo quién, las palabras de un acto que hubo en Cáceres en el año 99 con Saramago. El maestro Saramago estuvo inconmensurable. Yo hablé de lo que se avecinaba… bueno pues eso es lo que está ahora pasando. ¿Qué viene a decir esto? Que cuando se tienen principios y se estudian hay que mantenerlos aunque sea a contracorriente. Porque al final los hechos dan la razón.
A mí se me han acercado Isabel Tocino y Rodrigo Rato a decirme sobre Maastricht: No, si llevas razón. Lo que pasa es que nosotros no podemos decirlo
P. A usted, por llevar unos argumentos contracorriente, se le ha llamado absolutamente de todo…
R. Mesiánico, iluminado, sí, sí, sí…
P. Puestos a elegir, ¿se queda con alguno de estos calificativos?
R. Me dan igual (pausa). Vamos a ver. Yo he sido un hombre, y sigo siéndolo, que para defender las cosas tengo que estar convencido. Me cuesta mucho decir algo de lo que no estoy convencido. Ahora, si estoy convencido de algo, yo muero por ello. Conste que es una manera de hablar, ¿eh? Y estaba convencido porque los estudios económicos… es que yo he estado trabajando con un Juan Francisco Muñoz Seco, que es interventor general del Estado, con un Pedro Montes y un Jesús Álvarez, economistas del Banco de España, con un Juan Torres, catedrático de Economía, con un Joaquín Arriola, catedrático de Economía, con un Ramón Franquesa, catedrático de Economía, y así hasta noventa y tantos. Los he tenido en mi entorno, discutiendo con ellos. Encontes, cuando salíamos a hablar es que estábamos avalados por el pensamiento y la obra de economistas, de izquierdas, obviamente. Y claro, las demás formaciones, en concreto la formación gobernante, les decía ‘no, no esto es bueno, Maastricht es bueno’. Y sus diputados decían amén. Sigue leyendo